Los estudiantes como protagonistas

El 15 de junio de 2018 conmemoramos cien años de la Reforma Universitaria. ¿Qué ocurrió entonces para que esa fecha se convirtiera en una marca de memoria y conmemoración? ¿Qué relación tuvo la reforma con los jóvenes? ¿Qué cambios se produjeron con la Reforma Universitaria de 1918? En este apartado nos proponemos identificar dos momentos dentro de la Reforma del 18, una fase de reforma política y otra de reforma social. También prestaremos atención a esos jóvenes que dieron un importante paso para que los cambios logrados en la Reforma de 1918 se convirtieran en el inicio del movimiento estudiantil.

 

Fases de la Reforma

1- fase de la reforma política: diciembre de 1917 a mayo de 1918.  Durante esos meses se produjeron reclamos crecientes, la primera intervención enviada desde el Poder Ejecutivo Nacional, la reforma del Estatuto y de la estructura de representación. A pesar de esto ganó la elección de rector al Dr Antonio Nores, de la asociación clerical “Corda Frates”.

2- fase de la reforma social: junio de 1918 Ante la asunción de Nores y en su oposición, creció la demanda de democratización política seguida por la búsqueda de la justicia social. Esta etapa estuvo marcada por movilizaciones crecientes en las que participaron estudiantes y obreros. El momento épico de la Reforma se produjo en esta fase, caracterizado por huelgas, el primer Congreso Nacional de Estudiantes , las demandas de autonomía, gobierno de docentes-estudiantes-graduados, régimen de concursos y periodicidad de cátedra, la renuncia del rector Nores, la segunda intervención que finalizó con la aceptación de las demandas reformistas.

La Reforma Universitaria del ‘18 inauguró el movimiento estudiantil y se entiende en conexión con los cambios culturales de todo el país que implicó el acceso de nuevos sectores sociales a la vida cultural y política de la Argentina.  Hay varias temporalidades que se entrecruzan; podemos conectar la Reforma con otros hechos que se registraron en años anteriores a 1918 y que involucraron cambios en la institución  de la Universidad pero también podemos relacionar la Reforma con las transformaciones culturales y sociales que caracterizaron a la Argentina y a la provincia de Córdoba , en particular, en la primeras décadas del siglo XX.

https://www.unc.edu.ar/sobre-la-unc/l%C3%ADnea-de-tiempo-interactiva

Es importante tener en cuenta que ya en la ciudad de Buenos Aires se había producido la primera huelga y movilización en la Facultad de Derecho, en el año 1903.Los años anteriores a 1918 se caracterizaron por un clima de movilización social en consonancia con los cambios sociales y culturales que caracterizaron a la Argentina de principios del siglo XX y que también repercutieron en el ambiente universitario. En la Argentina de las primeras décadas se sentían las voces de cuestionamiento al gobierno oligárquico, voces lideradas por radicales, socialistas y anarquistas. En este sentido un hecho a destacar es la primera huelga general organizada en 1902.

Si nos concentramos en los cambios producidos en la vida universitaria en las ciudades de Buenos Aires y Córdoba, se pueden reconocer los dos momentos que marcamos en la Reforma.

https://www.unc.edu.ar/sobre-la-unc/cronolog%C3%ADa-de-la-gesta-estudiantil

En 2018, a cien años de la Reforma, desde las universidades de Argentina volvemos la mirada a ese 1918. Hemos agrupado algunas producciones visuales que invocan a la Reforma y resaltan distintos aspectos. Es una oportunidad para poder distinguir entre la conmemoración y la producción de interpretaciones historiográficas. Aquí una selección audiovisual

 

A fines de 1917, los estudiantes de la Universidad de Córdoba eran alrededor de 1100 , los estudios eran arancelados y entre los estudiantes se registraban jóvenes de clases medias y también de la elite criolla. Algunos reclamos comunes eran la oposición a cursos con tendencias clericales y conservadoras, pero el hecho que desató las protestas fue el cierre del internado en el que residían los estudiantes con menos recursos económicos. Así en marzo de 1918, los estudiantes no se inscribieron en algunos cursos y solicitaron la intervención por parte del Poder Ejecutivo nacional. Ya entonces había comunicación entre las asociaciones de estudiantes de la Universidades de Córdoba, La Plata  y Buenos Aires. El presidente Yrigoyen recibió a los delegados estudiantiles tras lo cual decretó intervención a la Universidad el 11 de abril. El interventor Matienzo desplazó de sus cargos a los profesores católicos criticados, se aprobaron estatutos similares a los de las universidades de  La Plata y Buenos Aires y se llamó a elección de autoridades. Se eligieron decanos el 28 de mayo y rector el 15 de junio. Pero al momento de elección del rector, el resultado anunció el triunfo de Antonio Nores. Un centenar de estudiantes entraron en la Asamblea, tomaron la Universidad e iniciaron una huelga. Este es el hecho que se convirtió en el momento épico que simbólicamente marca el inicio del movimiento estudiantil.

A través de los periódicos se enfrentaban las posturas de los reformistas (Gaceta Universitaria, La voz del interior) y los católicos conservadores (Los Principios, El Heraldo). Córdoba transcurría por años de movilizaciones y agitaciones entre los que ubicamos los hechos producidos en la Universidad. Es decir que lo que ocurría en las calles también se produjo en las aulas universitarias.

Las acciones de los estudiantes en Córdoba también se relacionan con un  proceso de integración y agremiación estudiantil que se manifestaron en huelgas y protestas del estudiantado universitario durante la primera década del siglo XX. El Congreso Internacional de Estudiantes Americanos en Uruguay (que luego se repitió en Buenos Aires en 1910 y en Lima en 1912) fue producto de ello. La Liga de Estudiantes Americanos junto con el “movimiento arielista”, a través de sus producciones culturales y literarias, conformaron el antecedente de los reclamos de democratización universitaria que anticiparon la gesta de los jóvenes cordobeses. Los estudiantes organizados en la Federación Universitaria de Córdoba, presididos por Enrique Barros, luego de siete días de toma de la Universidad, publicaron el “Manifiesto Liminar” en la Gaceta , reclamaron una nueva intervención y se manifestaron a favor de una Universidad laica y democrática en una sociedad más igualitaria. Es en esta segunda fase en la que la Reforma se caracteriza por demandas ligadas a reclamos sociales.

 

Fuente: Revista Caras y Caretas, N°1030

 

Los Jóvenes Reformistas

La reforma universitaria fue un suceso histórico para nuestro país y América Latina. Inauguró una tendencia a la participación y al activismo del estudiantado que, sobre todo, se profundizó a partir de la segunda mitad del siglo XX cuando la Universidad se tornó masiva. Significó, a la par, la piedra fundamental para la configuración de un nuevo actor político: el movimiento estudiantil.  Pero principalmente la Reforma legó, a toda América Latina, un modelo de universidad nueva, caracterizado por la autonomía institucional (potestad para decidir sobre sus propios asuntos); un sistema de gestión basado en el cogobierno (la participación y representación tripartita: docentes, graduados y estudiantes); el acceso por concurso a los cargos docentes y su evaluación periódica; la difusión mayoritaria de la educación superior pública y de acceso gratuito y, finalmente, las obligaciones del estado en la financiación y provisión de recursos para su sostenimiento.

Las imágenes nos llevan a imaginar ese 1918: observemos esos rostros, sus vestimentas, sus actitudes. ¿Similares o diferentes de los estudiantes actuales?

 

Fuente: Revista Caras y Caretas . N°1030I, 29 de junio de 1918 .

 

Fuente: Revista , Caras y Caretas, 4 de julio de 1918, N°1031

Seguimos indagando sobre la Reforma y la vida de algunos de sus protagonistas. Deodoro Roca fue el autor del Manifiesto Liminar, entre sus escritos también está un reclamo sobre  los exámenes. A través de este texto podemos discutir si hay aspectos similares o no entre las situaciones vividas por los estudiantes de hoy y los de 1918.

 

Sobre exámenes

¡Exámenes a la vista! Bolilleros. más bolilleros… ¡Con sus inconfundibles dispositivos de juegol Como todos los años, vuelve a las sienes juveniles el presuroso latir de los días de examen, sobrecogidos, azarosos. Días de palideces, fiebres y vagas iniciales exprimidas por el tiempo implacable y premioso. Se ahoga en ellos la risa y la canción. Una emoción indefinible, angustiosa, serpentea en el pecho. Novia desvanecida, cine misterioso y lejano, guitarra colgada en las paredes de la pensión, charla encapotado, parque sellado… Afuera, rumores y perfumes estremecidos. El deseo se hincha y torna con el breve ritmo de un seno. Dulce vagar recogido y enrollado. Guardapolvo y texto. Tardes de noviembre. Exámenes. ¡Lotería, lotería!
El alumno acude con su número. No siempre saca premio. Hay que pasar de alumno a médico, a abogado, a ingeniero… Y se aguarda nerviosamente la aparición de un bedel (todos los que preguntan son bedeles). Es como llegar a un alero y sostenerse ahí. 0 caer y -moralmente- descalabrarse. Alguien no cae. Pero con toda valentía se mata en el mismo alero. Es lo mismo que llevar al alumno al filo de una roca y -como Satán a Cristo- decirle: «Todo esto será tuyo si me respondes a estas preguntas, si tienes suerte con estas bolillas desde donde te miro».
El alumno mira la irreal riqueza que se le muestra, y entrega, por ese falso botón, su alma indefensa y simple. Lo humano, lo verdaderamente humano, sería irle apuntando, a lo largo de su vida de aprendizaje, qué cosas y qué ideas no «parecen» convenirle; qué cosas y qué ideas le serían de fácil adquisición… El problema del adiestramiento, la elección del trabajo fértil, el de la educación «total», en suma es el que debiera mantener alerta la mente de los maestros. Por eso lo recuerdo en estos días pesarosos, ya que el examen debiera quedar catalogado -para siempre-, entre los «juegos prohibidos», en defensa de la inteligencia.
La culpa -lo sabemos- no es de tal o cual profesor satánida. Es de tal o cual sistema. De un «régimen» de enseñanza que no es la superior, ni la inferior, y ni siquiera la doméstica o la oficial, sino toda la enseñanza contando con raras excepciones. Toda la enseñanza -expresada así en el vetusto examen- está fraguada apuntando al éxito. Hace depender de un éxito, de una buena jugada, a veces toda una vida. Y nada debiera depender de él mientras se ofreciera como un desafío en el que nunca el alumno suele elegir las armas y el terreno. Mientras se presente como premio a unos momentos de feliz gimnasia. Y ni siquiera de gimnasia mental, sino mecánica. 0 como «recompensa» a una prueba donde innegablemente intervienen factores tan extraños al conocimiento como lo son la audacia, la agilidad memorativa, la seducción verbal… Y lo grave es que esos factores siguen conformando más tarde la mente y la acción de sus beneficiarios. Y se hacen jugadores para toda la vida.
Las pruebas de un alumno deben durar toda su infancia, toda su adolescencia. Y unos años, no unos minutos; unos años durante los cuales deberá escoger por sí mismo su texto, después de haber averiguado -o al tiempo de averiguarlo- su preferencia, su afición. Años en los cuales por sí mismo -en vista de una tradición doméstica o un prejuicio confesional- ha de enfocar sus posibilidades por un único desfiladero. Porque llega un momento en la vida de los padres -y llégase muy pronto frente a la vida de los hijos- en que es preciso ceder terreno en el culto de la obediencia y de la disciplina, tan útiles siempre a nuestros mayores. Han de pensar en irlas sustituyendo por otras: ¡por la independencia y la acometividad tan molestas siempre a nuestros mismos mayoresl Y si estas virtudes -las verdaderas, las positivas- llegaren en su leal desarrollo a destruir la obra incipiente del padre o del maestro, poco importa.
Una vida exige rumbos nuevos. La verdadera educación -muchas veces lo leímos, pero pocas lo vimos practicado- es tanto como ensayo de desarrollar la atención, el deseo de comprender, el respeto a lo que comprendan, deseen y digan los demás. Rigor para sí, justicia para los otros. Atención para todo y para todos. La verdadera educación, la formación que ella anhela, debe ser siempre abierta. Y no debe fomentar la fe, sino la duda; no la credulidad, sino la oportuna y desnuda pregunta. La falsa educación -y entiendo por educación la formación integral-, la que tiene en su heráldica el examen, la educación juego, azar, «lance», ominosa aventura, se nutre necesariamente de respuestas oficiales a preguntas más «oficiales» todavía. Se nutre -como dice Jarnés- de diálogos preconcebidos. Se nutre de premios y castigos, bárbaramente llamados «estímulos» (hablo de barbarie educacional). Conforme observa Bertrand Russell, ya concebida «como medio de adquirir un poder sobre el alumno y no de favorecer su futuro desarrollo».
La falsa educación -¡toda la nuestra!- reposa en una cabal falta de respeto al discípulo. Nadie respeta al discípulo. La piedra milenaria del examen, parada estos días a la puerta de los establecimientos educacionales, así lo denuncia. Hay que respetar al hombre que llega, indefenso, al mundo. Hay que ser con él más solicito. Hay que respetarlo mucho más profundamente que al hombre de itinerario ya en marcha a acabado.
«Mientras en el mundo no se respete, principalmente, al niño», dice ese magnífico espíritu que es Benjamín Jarnés, «a todo el niño (y lo mejor de él es su independencia en germen), mientras no se le respete mucho más que al hombre formado o al anciano, el mundo seguirá lleno de adolescentes envejecidos».
¡Menos loterías, señores profesores! Los exámenes, las verdaderas pruebas -aunque así se llamen-, deben cifrarse no en las respuestas de los discípulos, sino en sus preguntas. De la desnuda y oportuna pregunta del discípulo debe inferirse su curiosidad, su capacidad, su aptitud, la calidad de su espíritu, su grado de saber y su posibilidad. La única relación legítima y fecunda que debe trasuntar un examen que aspire a salvarse es la de un discípulo que pregunta y la de un tribunal que responde. ¡Son ustedes los que deben «rendir», señores profesores!
Mientras esto no ocurra, se seguirá oyendo en escuelas, liceos, colegios y universidades las dramáticas y fatídicas palabras del «croupier» docente:
–«¡No va más!»

[Autor: Deodoro Roca . El artículo original fue redactado el 9 de noviembre de 1930. Salió publicado en Educación, 1, revista del Instituto Pedagógico de la Escuela Normal Superior de Córdoba, en noviembre de 1942].

Bibliografía

-Bustelo, Natalia (2018). Todo lo que necesitas saber sobre la reforma universitaria. CABA: Paidós.

-Agüero, Ana Clarisa (2016) “Córdoba, 1918, más acá de la Reforma” en Gorelik y Peixoto .Ciudades sudamericanas como arenas culturales. Bs As: FCE.

 

Bazán, Sonia A. y Zuppa, Silvia A. (coord.) (2018) “Los estudiantes como protagonistas” en Itinerarios didácticos por el centenario de la reforma. Autores: Bazán, Sonia Alejandra; Zuppa, Silvia Amanda; Aguirre, Jonathan; Cadaveira, Gabriela; Cañueto, Gladys; Casa, Ezequiel; Devoto, Eduardo; Fernández, Mónica; Génova, Elena María; Lynch Mellberg, David; Marchetti, Braian; Rodríguez, Benjamín; Rodríguez, Natasha; Salaverría, Anahí. GIEDHICS, Facultad de Humanidades, UNMdP. Disponible en: https://www.giedhics.com.ar/los-estudiantes-como-protagonistas/

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